domingo, 26 de enero de 2014

Fragata Magdalena. La peor tragedia de Galicia.


Yago Abilleira Crespo 

Fotografías submarinas: Ángel González Roca

 
 Cañón de a 18 libras, Mod. 1783/84 en el Parque del Astillero de Santander.
 

     La Magdalena es el pecio más conocido de la Ría de Viveiro (Lugo). Está en una zona resguardada, gracias al nuevo puerto, a poca profundidad y es fácil de bucear. Sin embargo, muy poca gente conoce su historia.

     En 1773 se construyó en Ferrol un nuevo barco para la Armada Real. No se trataba de uno más, si no de un prototipo, un modelo experimental. La novedad consistía en la madera pues se buscaba el modo de impedir el rápido deterioro del casco que sufrían las naves que iban a las cálidas aguas del Caribe. Por ello, se decidió hacer una fragata usando “maderas de ultramar” como la teca que presuntamente era inmune a los efectos de la broma y los teredos. Dicha embarcación recibió el nombre de Santa María Magdalena, debido quizá al barrio de la Magdalena, muy cercano a los astilleros ferrolanos. Fue catalogada inicialmente como fragata de 34 cañones, aunque antes de su pérdida se le artilló con 42 bocas de fuego, incluyendo 10 obuses “Rovira” de a 24 libras y algunas piezas de a 18 libras en sustitución de unas de a 12 libras. Medía 44’2 m de eslora, 13’4 m de manga y 6’7 m de puntal.

    La Magdalena, como siempre se la nombraría en documentos oficiales, resultó ser un excelente buque, siendo muy admiradas sus cualidades marineras y su velocidad. Estuvo prestando varios servicios en la Armada, destacando la captura en solitario del lugre corsario inglés Duke of Cornualles, de 10 cañones y 4 pedreros, en 1779, cerca del Cabo San Vicente. Para apresar al veloz incursor, su Comandante, Capitán de Fragata D. Pedro de Leyva, usó el ardid de simular ser un inofensivo mercante hasta que el lugre se acercó lo suficiente. Posteriormente, encontramos a la Magdalena en el bloqueo a Gibraltar de 1782, donde estuvo en aprietos al acercarse la escuadra inglesa de reaprovisionamiento, pues quedó aislada de la formación. En el año de 1805, de infausto recuerdo, nuestra protagonista se encuentra en Martinica, con el combinado hispano-francés de Villeneuve y Gravina, donde remata a la goleta corsaria inglesa Enguita, de 12 cañones. Cuando los franceses invaden Ferrol, en 1809, la fragata se encuentra allí fondeada, en la ría que la vio nacer. El Ministro Mazarredo, tras arduos trabajos, consigue evitar que se ice en ella el pabellón francés, quedándose donde estaba.                    
                                                                                                        Bala de a 18 libras en el pecio     
     En 1810, con los ingleses ahora como aliados, se decide organizar la Expedición Cántabra. Era, más o menos, lo que llamaríamos una fuerza anfibia formada por soldados que desembarcarían en la costa y buques de guerra que cañonearían las defensas y protegerían a los barcos de transporte. Sus intenciones eran tomar Gijón con un ataque relámpago, para distraer al enemigo y obligarle a sacar soldados de otros sitios para recuperarla; hecho esto, las tropas se reembarcarían y se dirigirían a Santoña (Santander), verdadero objetivo de la campaña. Santoña era un enclave estratégico que amenazaba, no sin razón, en convertirse en un “Gibraltar francés”.
 
     Para la Expedición Cántabra se dispusieron de 2.000 soldados españoles, al mando del Mariscal de Campo Mariano Renovales, y 800 soldados ingleses. La escuadra española, estaba formada por la fragata Magdalena (buque insignia), el bergantín Palomo, las goletas Liniers e Insurgente Roncalesa (corsaria) y las cañoneras Corzo, Estrago, Gorrión y Sorpresa, así como varios transportes y embarcaciones menores. Por parte inglesa, se aprestaron 4 fragatas, un bergantín y otras naves.  
Cañón de a 6 libras, Mod. 1773, en el Museo Naval de Ferrol. 
     
     El plan se llevó a cabo a mediados de Octubre, con el Invierno ya casi encima. Gijón cayó sin problemas, las tropas se reembarcaron cuando llegaron los refuerzos… y hasta ahí salió como se esperaba. Llegados a la península santanderina, fondearon en sus inmediaciones la mañana del 23 de Octubre pero, esa misma tarde, se levantó un fuerte temporal del NO. Las cañoneras se estrellaron contra la costa, sin víctimas afortunadamente, pero la Magdalena y el Palomo se vieron obligados a picar los cabos de sus dos anclas mayores para hacerse a la mar y capear el temporal. Sin saberlo, acababan de firmar su sentencia de muerte.

     La escuadra hispano-inglesa se dispersó por la acción de los elementos, teniendo que volver sobre sus pasos hasta la lucense Ría de Viveiro, punto de reunión preestablecido, llegando las últimas unidades el 1 de Noviembre. Mientras se procedía con las reparaciones y reaprovisionamientos, ocurrió la tragedia. 
Restos de madera visibles en el pecio 
     En la noche del 1 al 2 de Noviembre de 1810 se levantó un fuerte temporal del NE. La Magdalena y el Palomo no tenían anclas suficientes y fueron garreando. La Magdalena acabó encallando en la Playa de Cobas, donde el oleaje la deshizo sin piedad. El Palomo se estrelló contra los acantilados de Sacido, donde aguantó casi hasta el amanecer, momento en que se partió en dos.
     
La fragata iba atiborrada de marineros, soldados y supervivientes de los naufragios de las cañoneras. Se estima que allí murieron 500 hombres, salvándose sólo 3, lo que le convierte en el peor naufragio de Galicia. En el bergantín, de los 75 que iban, solo 25 vivieron para contarlo. 
Restos de madera visibles en el pecio. 
    Por increíble que parezca, ambos naufragios cayeron en el olvido, excepto para las gentes de la zona. Hubo unos trabajos submarinos en los restos del Palomo finales del Siglo XIX por parte de una empresa extranjera. El bergantín llevaba algo de plata para pagar a las tropas, lo que para ciertas mentes avariciosas se tradujo en un fabuloso tesoro. Parece ser que sacaron 2 cajas con monedas de plata, poca cosa que ni les debió de compensar los gastos.
    
     A principios del Siglo XX se descubrió el pecio de la fragata y se recuperó uno de los cañones más pequeños. Con dicha pieza y un anclote, se levantó en 1934 un sencillo monumento a los náufragos de aquella aciaga noche, monumento que aún perdura.


Monumento a los náufragos de la Magdalena y el Palomo en Viveiro. Y abajo, campanas de la Magdalena en el Museo Naval de Ferrol.

Campanas de la Magdalena en el Museo Naval de Ferrol.     Posteriormente, se rescató alguna cosa de la Magdalena hasta que, a mediados de los años 70, comenzó el saqueo de los restos de la fragata, llegando a usarse incluso dinamita. El expolio fue tal que en 1976 la Armada tuvo que intervenir en el pecio. Con el material recuperado se abrió el Museo Naval de Ferrol y, aún hoy día, las piezas de la fragata ocupan la mayor parte del museo, el cual recomiendo visitar. Allí se pueden admirar desde elementos estructurales a balas de pistola, pasando por la campana, elementos de vida a bordo, artillería y munición, mosquetes y un largo etcétera. La mayor parte de los cañones están expuestos en el muelle del Arsenal de Ferrol, pero se han llevado 2 a Cantabria (Parque del Astillero y Museo de La Cavada), se ha donado un obús de a 24, modelo Rovira, al Museo Provincial del Mar de Lugo y se han remitido varios cañones al Museo Naval de Madrid, donde han tenido a bien exponer un pequeño obús de bronce de a 3 libras. Por desgracia, después de la Armada, el pecio siguió siendo saqueado.

Restos de madera visibles en el pecio.

     Pese a todo el daño sufrido, el naufragio de la Magdalena es uno de los pecios antiguos más espectaculares de España. La madera, tal y como se preveía, se conserva sorprendentemente bien. Se han resentido mucho más los pernos de hierro que la propia madera. El ver roto el costado de un buque del Siglo XVIII, pudiéndose apreciar el metro que tiene de grosor, es algo indescriptible. Viendo el pecio, uno realmente se da cuenta de la obra de arte que suponía un buque de guerra a vela. A pesar de los expolios, aún se ve alguna bala de a 18 libras, restos de cerámica así como piezas informes, debido a la corrosión y a las concreciones marinas. La fragata reposa a sólo siete metros de profundidad, pero el fondo es de fango fino, lo que provoca una visibilidad muy mala, de un par de metros o menos. Aunque hay una parte que está enterrada, la mayor parte del naufragio está despejada. Se ruega respeto al bucearlo. En cuanto al bergantín Palomo, sus restos se suponen en mejor estado. El buque terminó partiéndose en dos, y la arena y el fango han cubierto el pecio por completo. 
     
     Sobre el papel, ambos buques están protegidos, tanto por la Ley de Patrimonio Histórico (nacional y gallega), como por las leyes relativas a buques de estado. Pero la triste realidad es que absolutamente nadie vigila constantemente ambos naufragios. Los expolios han continuado, incluso recientemente. Añadir que también hemos encontrado aparejos de pesca (nasas y redes) en los restos.


El autor posando junto al costado de la Magdalena.




Bibliografía recomendada:

- “Memorial de un naufragio”, Fernando Güemes Díaz, Viveiro 1990

- “Las fragatas de vela de la armada española 1600-1850”, Enrique García Torralba Pérez, versión online de Mayo de 2013.




domingo, 19 de enero de 2014

De la Mar...La Música: Música Acuática (Water Music) de Georg Friedrich Händel

María Andreo Noguera


Georg F. Händel creó en 1715 esta pieza  llamada “Música acuática”, formada por tres suites cuyos números de catálogo son HWV 348, HWV 349 y HWV 350. Fue estrenada en el verano de 1717 a requerimiento del rey Jorge I para ser interpretada sobre el río Támesis. El concierto fue ofrecido por cincuenta músicos en una barcaza que navegaba cerca de la embarcación del rey. Intervinieron 50 músicos con todo tipo de instrumentos: trompetas, oboes, fagots, flautas alemanas y francesas, violines y violonchelos.


Las aproximadamente veinte piezas comprendidas en la Música Acuática se dividen musicalmente en tres suites posiblemente destinadas al viaje río abajo, la cena y el viaje de vuelta. Las suites en Fa mayor y Re mayor están fuertemente orquestadas, con cornos (en ambas suites) y trompetas (sólo en la de Re mayor). Haendel utilizó un sonido tan resonante para que la música pudiera oírse a través del agua. La suite restante es más íntima, lo que sugiere que estaba destinada a acompañar la cena, mientras las barcazas estaban ancladas.


No se conoce el orden original de los movimientos dentro de cada suite. Actualmente, los movimientos se escuchan en diferente secuencia. La suite en Re contiene la música más festiva. La suite en Sol, más íntima, incluye bellos movimientos en modo menor. 

Se cuenta que el rey quedó tan impresionado con la segunda suite, en especial,  que tuvieron que interpretar la pieza tres veces durante el viaje.  También incluye Händel en esta obra tres tipos de danzas de la época: una chirimía, que aparece en dos de las suites, es una danza popular inglesa de la época. El rigodón es una danza francesa originaria de Provenza. La bourrée es también francesa, como lo son la giga y la zarabanda.


Händel (Halle, Alemania, 1685 – Londres,  1759) fue un compositor alemán, posteriormente nacionalizado británico, considerado una de las cumbres del Barroco y uno de los más influyentes compositores de la música occidental y universal. En la historia de la música, es el primer compositor moderno en haber adaptado y enfocado su música para satisfacer los gustos y necesidades del público, y su éxito y reconocimiento durante el medio siglo que pasó en Londres fue una temprana prueba de que un músico podía adquirir fama y fortuna gracias a un público de pago. 


Según una historia popular, la Música Acuática cumplió un papel decisivo en la recomposición de las relaciones del compositor con el rey Jorge I de Inglaterra. Jorge había decidido dar una fiesta acuática. Los festejos debían tener lugar en una barcaza, que flotaría río abajo por el Támesis, desde Whitehall hasta Limehouse, donde la fiesta real se detendría para la cena. El barón Keilmansegge, protector de Händel, convenció al rey de que hubiera una segunda barcaza que lo siguiera de cerca, en la que los músicos proporcionarían distracción adecuada. El barón secretamente arregló para que fuera Händel el que compusiera la música. Jorge encontró la música encantadora y la alabó excesivamente. Preguntó la identidad del compositor. Cuando descubrió que era Haendel, el rey le perdonó, le felicitó y restauró sus favores para con él.


No está claro cuánta de la música interpretada esa noche de agosto pertenece verdaderamente a la Música Acuática tal como la conocemos hoy. Sin embargo una interpretación de la música completa tuvo lugar dos años más tarde en una fiesta similar en el río. 


Si queréis escuchar esta música acuática os dejo estos enlaces:


 

domingo, 5 de enero de 2014

El perro más feo del mundo.


Rafael Hernández

Estimado caballero Guardiamarina Ari;
Por medio del práctico del puerto, en la ultima recalada de este marino para aprovisionar la nave, me llegó su carta en medio de un grueso fajo de mayor o menor correspondencia. La suya, por eso, era inconfundible. Letra cursiva, de impecable factura y largo vuelo en el trazo y un papel de carta, con olor a romero y lavanda y a terrones de seca arcilla. Es bueno recibir letras de los amigos. Más aún si uno ha estado ausente tantas jornadas. Pero lo mejor es como estos amigos se acuerdan de uno y de los pasos que da en este mundo. La dicha de estas cosas alegra el corazón de este viejo lobo y pinta una dulce sonrisa en los labios que perdura durante jornadas.

Es una hermosa carta que comienza con un afán desmedido por los palabros, que uno, no deja de considerar tiznajos. Letras más grandes oscurecen el brillo de las mías. Pero es justo reconocer, que también ellas aligeran la carga de mis días y llenan mis horas de soledad en este viaje, emprendido hace unos años, que sólo los vientos saben donde me llevará.

He de contaros que leí la historia del perro. Hermosamente triste. La he leído con placer. Lo veis, esa es una  muestra de mejores palabros que los de un servidor. Los leí mientras guiaba la caña de este nueva nave con que surco las aguas. Es un falúa con dos velas triangulares por arboladura, inapropiada para travesías por los tempestuosos océanos, pero de gran utilidad para el cabotaje a una prudente distancia. Es robusta, sencilla y me permite manejarla en soledad, sin la concurrencia de manos añadidas que estorbaran, si acaso, la placidez de mis días. Lejos quedan los días de comandar aquel hermoso navío de tres puentes, donde este marino encalleció su espíritu y cuerpo. Lejos quedan los días de batallas sin cuento. De ordenar las baterías contra el enemigo y buscar su arboladura por el ancho mar de este mundo. Lejos por fortuna. No cambio mi lento navegar sin rumbo de estos días, por aquel incesante desgaste de batallas a toca penoles. Ya tuve bastante olor a pólvora y sabor de ron y sangre en el gaznate para mucho tiempo. Creedme que no lo hecho de menos.

El caso es que, esta noche, tras la cena, he vuelo a leer la historia del perro. Esta vez no para mi, si no para los oídos de este peludo cuatro patas que, de improviso, se unió, como avezado grumete, al errabundo navegar de este marino. No busqué yo su compañía, pero la vida lo subió a bordo y  no es menos cierto que, tras tantas jornadas ya juntos, pese a no haberla buscado, de faltarme, creedme que extrañaría esa compañía suya. Los sabuesos se hacen de querer. Son listos para eso.

He leído esas palabras para él, mientras, tumbado a mi lado, con la cabeza sobre mis piernas, me miraba como si en verdad entendiera de historias contadas por pluma de humanos. Al acabar, primeramente ha soltado un sonoro bostezo y luego un corto y seco ¡guau!, para seguir dormitando cuan largo es. Quien sabe. Quizás le haya gustado. Luego me he levantado para coger papel y pluma y contestaros a vuestra amable misiva. Esa historia del perro, me ha recordado otra vieja historia de los días de mi vida, también ligada a la vida de un perro y como buen verborreico, no desisto de contárosla, si acaso, por corresponder a la vuestra. Esta es la historia;

Hace muchos años, un día de verano, mi padre trajo a casa, un regalo inesperado. Una bola de piel, pelo, uñitas, hocico y ojos, que, en seguida, nos llegó al corazón. “Crecerá y dará problemas”, murmuro mi madre por lo bajo. Pero no le hicimos caso, por que los ojos con que miraba a aquella bolita de vida desmentían cualquier enojo.

Y la bolita se hizo mayor. Bien es cierto que no mucho. Apenas levantaba un palmo su cruz del suelo. Uno y medio escaso, si contábamos su cabeza erguida. Era paticorto hasta lo risible. Panzudo, de largo rabo, cabeza pequeña y largas orejas. Un cruce de mil leches, de entre las cuales, el veterinario, para rellenar la casilla de su cartilla medica, dictaminó que era “cruce de pequinés”. Y nosotros nos reíamos, porque de pequinés tenia aquel perro, si acaso, su minúscula hechura. Pero en eso quedó la cosa.

Adornaban al chucho, por lo demás, el que padecía de un apetito insaciable, una querencia a morder a todo y a todos, incluidos su familia adoptiva, un carácter de mil rayos de demonios, una soberbia sin limite y un amor a dormir bajo las ruedas de cualquier carruaje, que le mantenían en permanente estado de deslucimiento, siempre cubierto de barro y grasa. ¡Que de baños le dimos a aquel perro, amigo!. Merecida fama se ganó el animal entre el vecindario: “Que feo y que mala leche, tiene el jodio!”, era el común opinar de todos. Nosotros no decíamos nada, porque le queríamos, pero, en nuestro fuero interno, no teníamos más remedio que reconocer que si, que feo y mala leche, lo era, y un rato largo.

Y así transcurrieron los años.

Quiso la vida, un otoño, regalarnos con la presencia de otra vida en casa. Mi hermana pequeña. Nació y trajo el contento a casa. Todo era estar por ella. Incluido, increíblemente, aquel perro feo y malcarado.

El primer día que llegó a casa, el chucho se la quedó mirando como no sabiendo bien bien como tomar aquello. Mi madre se sentó en el sofá, con la niña entre los brazos y se la mostró para presentársela. La tensión era algo obvia. Conociendo las pulgas del can no era para menos. Y he aquí que se obró un raro prodigio. El chucho, despacio, se acerco a esa pequeña vida que le mostraban, despacio acercó su hocico para olerla y un segundo después....comenzó a menear el rabo de alegría y babear de contento.

Increíble. Nos dejó de piedra. Cuando todos temíamos un signo de rechazo, o al menos, un gruñido de disgusto, aquel chucho decidió, por si mismo, que aquello es lo mejor que le había pasado en aquella casa, superando con creces, la estupenda cocina de mi madre. Y así fue. Esa misma noche, mudo su sueño a los pies de la cuna de mi hermana y nunca más se separó de ella.

Allá donde iba la niña, allá que iba el perro. Y pobre de aquel que quisiera acercarse a ella sin su consentimiento. Un mordisco en el tobillo, es lo menos que se llevaba. Incluidos nosotros si nos despistábamos. No fuera cosa, quizás, que olvidáramos las pulgas que se gastaba. Solo en presencia de aquella niña, mudaba el carácter del perro, hasta el punto, que al crecer, el fue el juguete favorito de ella. Textualmente. No dejaba de ser admirable, como aquel chucho de tan mal genio, de dejaba aporrear, patear, arrastrar tirado del rabo y perrerías por el estilo. Más asombro causó, cuando la niña consiguió no solo esto de él, si no que, en quietud absoluta, se dejo, vestir primero y maquillar después, hasta el ridículo. Y acompañarla, disfrazado como a ella le venia en gana, con gusto, por donde quisiera. Así fuera a pasear por las calles, el caminaba contento a su lado. Eso si, pobre del descuidado que se le ocurriera reírse de su aspecto, porque salía escaldado, sin miramiento.

Y así nos fue en la vida con aquel chucho. Un día, ya mayor, partió de nuestro lado. Le llamábamos Jumbo, porque era todo orejas. Y era el perro más cascarrabias y feo del mundo, con toda seguridad. Pero trajo, con su forma de ser, mucha vida a nuestras vidas. Y fue el mejor amigo que uno podía tener.

Si no, que le pregunten a mi hermana.

Esa es la historia que tus palabras han rescatado de mi memoria. Gracias amigo por ello. Este cuatro patas que ahora me acompaña y yo te agradecemos el momento vivido.

En otra ocasión hablaremos de lo que se tercie. Hoy me quedo con haber hablado de perros contigo. De buenos perros y de mejores compañías.

 Un afectuoso saludo y que los vientos te sean siempre favorables.

jueves, 2 de enero de 2014

Por un desarrollo económico sostenible para Marina de Cope

EPlan



El pasado 13 de noviembre se estrenó el primer cortometraje de Earth Plan Association (EPlan), con éxito de participación y gran satisfacción por parte de la organización. La asociación amiga La Azotea acogió en su espacio cultural lo que supuso la clausura de Rethink – Marina de Cope, un proyecto destinado a redescubrir los valores naturales del área costera Marina de Cope.

'Voces de la Marina' es un cortometraje documental, en el que se muestran los puntos de vista de algunas personas fuertemente relacionadas con su entorno, concretamente del paraíso natural que es la Marina de Cope (Águilas-Lorca). Un tramo de costa único y emblemático de la región murciana, que estuvo amenazado por la especulación urbanística. Entre las voces destacan expertos de la Universidad de Murcia que describen los valores naturales del entorno y vecinos que cuentan a cámara sus vivencias o recuerdos sobre diversas actividades socioeconómicas, culturales y tradicionales. En general, se describe un escenario ideal para el desarrollo de proyectos alternativos y de éxito en otras áreas, los cuales hoy en día son referencia para nosotros. Ejemplos a imitar son El Parque Cinque Terre (Italia) o el Parque Natural de Cabo de Gata (Almería), ya que como dice Miguel Ángel Esteve (Catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia), «La protección de Marina de Cope es un buen proyecto económico», sin olvidar el apunte introductorio de Bartolo (Agricultor y Artesano) «…en la Marina de Cope se vive lo más a gusto del mundo».

Afortunadamente, la tenacidad de algunos durante esta última década, la llegada de la crisis y el respaldo del Tribunal Superior de Justicia de Murcia vuelve a dar esperanza a nuestro querido enclave.


‘Voces de la Marina' ha resultado de los proyectos ’Cuidando la Marina’ y ‘Rethink – Marina de Cope’ ambos ideados y coordinados por EPlan en el marco del programa ‘Playas, Voluntariado y Custodia del Territorio’ de la Fundación Biodiversidad, de manera que se prolongue en el tiempo la labor de sensibilización y comunicación que EPlan viene realizando. En este sentido, la divulgación de los valores de esta zona es una cuestión prioritaria para nosotros ya que como dice Patricia Esteve (bióloga e investigadora de la Universidad de Murcia y gran conocedora de tal entorno): «Marina de Cope se parece mucho a un cofre de madera viejo que piensas que no vale nada, pero que si lo abres, descubres el montón de tesoros que hay dentro».

Ver vídeo aquí
 
Coordinación y producción: Earth Plan Association
Ejecución técnica: Kinofilms y Cinebullas 
Música -de los grupos murcianos-: MAEZNEUMAN y SCHWARZ